septiembre 21, 2010

La semilla del vampiro | Cap. 6

CAPÍTULO SEIS
LA ESCENA DANTESCA
     Las paredes ennegrecidas daban la sensación de estar dentro de un gran cañón. Los vidrios rotos en el suelo formaban un alfombrado de cristal oscuro. Algunos crujían al caminar por encima de ellos. Una manada de palomas anidaba sus crías en el séptimo piso del edificio, encima de las plataformas de los aires acondicionados. Las luces de afuera alumbraban las escaleras con una tenue y lúgubre luz amarillenta. Todos seguían a Carlos como si se tratara de una marcha fúnebre, en silencio y fila india. Detrás de ellos, Mónica y María Virginia. A Paola le hizo pensar de pronto en la película: La noche de los muertos vivientes, y sintió un gran escalofrío.
     Afuera se escuchaba el viento, arrastrando todo a su paso.
     Carlos continuó subiendo sin mirar atrás. En el noveno piso se detuvo y giró sobre sus talones. Estaba en el último peldaño de las escaleras. A simple vista, entre las sombras y la poca claridad, Carlos por primera vez daba la impresión de ser un verdadero líder.
     Todos fijaron la mirada en él. Registró el bolsillo de su chaqueta y extrajo un Marlboro mentolado; el último cigarrillo que le quedaba en la cajetilla.
     —Bien —dijo—, estamos cerca.
     —Gracias a Dios —suspiró Alejandro, muerto de cansancio—. Mis piernas empiezan a desfallecer.
     —Esa es la idea —masculló Carlos.
     —¿Dijiste algo?
     —Nada. Subamos.
     Subieron otros escalones. Todos iguales. A veces era como estar caminando en círculos; perdidos en un bosque. Una fuerte sensación de náuseas empezó a arremeter contra Paola. Ella se echó al piso y vomitó. Alejandro y Gabriel la socorrieron de inmediato. Carlos detuvo el paso, pero no volteó, simplemente soltó una bocanada de humo y dijo: «Por favor, ya casi llegamos.»
     Algo estaba mal. Esa voz, la voz de Carlos, no era su voz.
     El olor a quemado se conservaba intacto en todo el edificio, como una presencia maligna, impregnada en sus cimientos, pero había algo más. Ese algo iba tomando cuerpo en el piso nueve. Una especie de olor a comida descompuesta. Seguramente el olor de un container de basura hubiese olido mejor, pensó Gabriel, mientras seguía a los demás.
     En realidad, olía a carne en descomposición.
     ¡El maldito olor era descomunalmente asqueroso!
     —Si no pueden tolerar este olor. ¿Cómo podrán soportar el resto?
     —Ah, ¿todavía hay más…? —murmuró Gabriel sarcásticamente.
     Paola se incorporó y le echó una mirada amenazante a Carlos.
     —¿Cómo te sientes? —le preguntó Rafael.
     —Como si me hubiesen inyectado alcohol en las venas.
     ¡Sigan caminando! —gritó Carlos, quien estaba muy adelantado a ellos. Apenas se escuchaba su voz—. ¡Sigan, ya casi llegamos! Ya casi…
     La voz de Carlos se cortó abruptamente. Un sonido hueco se escuchó del piso siguiente.
     Era el décimo primer piso.
     La puerta del ala A estaba abierta y se vislumbraba una luz que derramaba un brillo fatídico y mortecino sobre el largo corredor. El piso era de una construcción diferente. Era una estructura de estilo gótico.
     Más allá del corredor del piso once había más escalones hacia arriba. Una suave y delgada estela de humo (o ¿niebla?) dibujaba sobre los escalones y el suelo una espesa capa grisácea. Paola recordó la canción Stairway to heaven: “...and my spirit is crying for leaving.
     La puerta del departamento estaba abierta.
     ¿No era eso lo que querían, muchachos? —les gritaba Carlos desde adentro—. Terror en carne viva. ¡Esto, maldita sea… esto si es un encuentro cercano con el más allá! ¿No les parece? Aquí todo puede ocurrir… ¡TODO!
     Gabriel fue el último en cruzar el umbral de la puerta.

     Anteriormente, a la edad de doce años, Gabriel había fundado el primer grupo de casa fantasmas del sector. Se hacían llamar «Mercenarios del Más Allá». No era un nombre muy tentador, ni tampoco ingenioso, pero era justo lo que necesitaba el grupo en ese momento: un nombre y ya. Daba igual llamarse: «Los Caza Fantasmas» o cualquier otra cosa.
     Gabriel tenía la certeza de que algún día esos entes del más allá se comunicarían con él: en sueños, en su habitación mientras veía una película (preferiblemente de terror o misterio), en el baño o cualquier parte.
     Nada había cambiado después de todos esos años.
     Sus amigos —los primeros miembros del grupo—, lo abandonaron. Decepcionados. Decepcionados como un día lo estuvo Carlos. Otros, los más osados o ingenuos, se quedaban acompañándolo en sus desafortunados y fallidos intentos por conseguir vida después de la muerte.
     Cuando Gabriel cumplió catorce años se olvidó por completo de los fantasmas y aparecidos. Se dedicó a otras actividades. Se enamoró de Paola. Paola era la típica adolescente que cualquier chico de su edad desearía tener. Sin embargo, para Gabriel, Paola, representaba algo mucho más que un rostro encantador y un excelente cuerpo. Tenían los mismos gustos. Después de haberse conocido, empezaron a experimentar las mismas sensaciones, los mismos gustos por las películas, la música, los espectáculos… los mismos sentimientos.
     Con el tiempo Paola y Gabriel conformaron un grupo de periodistas universitarios con el fin de conseguir lo que ellos tanto anhelaban: sucesos paranormales.
     Así empezó todo.
     De una forma suscitada ambos se reunieron con otros amigos (entre ellos, Carlos) para formar lo que hoy se le conoce con el inexpresivo nombre de «El Grupo».
     Trabajaban solos, en una pequeña habitación, colmada de libros y dos computadoras con lo necesario para escribir sus artículos. Un día llegaron Alejandro y Rafael, y más tarde, Bianca. Todos se conocieron en la universidad, específicamente en la escuela de periodismo. Todos hicieron un buen engranaje, y las cosas empezaron a funcionar. La magia y el carácter ácido de Carlos convirtieron a «El Grupo» en una asociación algo interesante. Cabe destacar que lo único que buscaban no era científicamente comprobable, sino todo lo que se escurriera de la realidad empírica.
     Todo el equipo se mantuvo unido con el propósito de conseguir buenas historias para contar en su semanario.
     Lo que nadie sospechó fueron los cambios alrededor de su amigo Carlos. Sí, conocían su historia persona; no lo que hizo durante las últimas dos semanas: pintó de negro las paredes y ventanas de su habitación; colocó un montón de sábanas encima de la cornisa de las persianas. Su madre le preguntó si se había vuelto loco, y él simplemente contestó: «Esto es parte de mi nuevo look. Es la moda, mamá.»
     Su nuevo look también traía sus reglas: acostarse antes del amanecer, dormir hasta la puesta del sol, consumir grandes dosis de nicotina, entre muchas otras.

     Paola resbaló con una botella al cruzar el corredor del apartamento «11». Gabriel intentó sujetarla, pero estaba muy mareado. El mundo giraba alrededor de él. Un estallido de carcajadas despertó en lo profundo de la oscuridad. Ahora, frente a Gabriel, bailaba la silueta de María Virginia, girando acompañada de risas espectrales.
     —¿Te sientes bien, Gabriel? —preguntó Rafael.
     —Es ese maldito olor —dijo—. Penetra en mi cerebro… es… es tan… asqueroso.
     —Así es, Gabo —dijo Carlos—. El hedor penetra en tu cerebro y taladra incluso tus neuronas. Va abriendo huecos delgados en cada nervio hasta hacerte perder la razón. ¿Sabes qué es? ¡El hedor de la muerte!
     Dentro de la habitación se hallaban cuerpos desmembrados y en estado de putrefacción. Moscas por todos lados. Las paredes eran como una chimenea, pero estaban manchadas de sangre… En el balcón de la sala había una mujer con los ojos desprendidos y las vísceras afuera.
     —Qué… —dijo Paula, pero sintió náuseas y volvió hacia atrás para vomitar. La putrefacción de aquella habitación, acompañada del hedor del vómito de Paola, hizo que Gabriel se tumbara de rodillas.
     Todos sus sentidos se nublaron.
     —Tus manos están ahora manchadas de sangre, Gabriel —dijo Carlos sin mirarlo. No quitaba la mirada del balcón. Se acercó hasta la terraza, apartando los pedazos de cuerpos con los pies.
     Encendió un cigarrillo que le dio Juan, y a continuación abrió de par en par el balcón.
     —Aire fresco, ¿no les parece mejor así? Aire. Mucho aire. Aprovéchenlo, porque será el último que respiren en sus vidas… Bueno, en esta vida.
     Giró sobre sus talones y vio por primera vez al grupo completo. Los cuatro chicos formaban un cuadro tétrico, surrealista. Todos en el suelo, agotados, sin aire, llenos de terror y desesperación.
     —La virtud de ser un vampiro es que todos te empiezan a temer. No necesitas del sol porque la noche te provee de todo lo necesario. A mí en particular me abastece de estas dos hermosas chicas—. Las dos mujeres se acercaron a él. Las rodeo con sus brazos. —Estos cuerpos descuartizados que ven aquí son mis queridos trofeos. Mejor dicho, son pequeñas decoraciones que hemos ido diseñando como parte de nuestra casa. Además, muchos de ellos me parecían débiles y desprovistos de todo el humor que debe tener un verdadero vampiro. Con esto quiero decir que ustedes son los especímenes perfectos para la creación de mi Legión de Vampiros. Los nazi quisieron crear su propia Nación, yo con ustedes quiero hacer lo mismo. Considérenme… el Hitler versión vampiro.
     Todos comenzaron a reír, excepto los cuatro exhaustos muchachos que se hallaban en el suelo.
     —Les contaré una historia para que entiendan las razones de este lugar. Después ustedes me dirán si no soy un genio —hizo una pausa y agregó—: Sea como sea, escuchen…

4 escritos rotos:

marly dijo...

sbaes lei la aprte de la nicotina y aun que leo siempre mucho todo tipo de historias eso no lo habia leido nunca y en ese momento me recorde pro que seguia tu historia y es por que es diferente ehehehe
besos!
muy buen capitulo (:

Ricardo J. Román dijo...

Gracias :)

Besos.

Michelle Durán dijo...

¡ HOY NO DUERMO !

HAHAHAH .

Maria Fuertes dijo...

Es novela romántica igual, no es tu tipo de lectura.
Ya me pasare cuando tenga tiempo, y leo tu historia, tiene buena pinta y el tema de los vampiros me encanta.
Un saludo

 
 

El Bosque

Mi primera novela El Bosque (2.001), en pequeñas entregas semanales. Podrás descargarlas de forma gratuita en formato PDF, muy pronto.

Libros recomendados

  • Adolfo Bioy Casares - La invensión de Morel
  • Edgar Allan Poe - Narraciones extraordinarias
  • Javier Marías - Mañana en la batalla piensa en mí
  • José Saramago - Ensayo sobre la lucidez
  • Mempo Giardinelli - Imposible equilibrio
  • Orhan Pamuk - Nieve
  • Ray Bradbury - Fahrenheit 451
  • Stephen King - Un saco de huesos
  • William Faulkner - El sonido y la furia

Escena Final

Escena Final narra la historia de dos amigos que deciden realizar películas de terror y compartir un sueño, asustar a todos con especies de espectáculos reales, pero las cosas se tornarán difíciles cuando empiecen a jugarse la vida en la última escena.

Sobrevivientes pronto en PDF

Sobrevivientes, mi nueva novela, podrán disfrutarla en formato .pdf en unas semanas. La versión digital ofrecerá un par de capítulos distintos al original que guardo en mi gaveta y espero llevar a una editorial muy pronto. La novela narra la historia de un grupo de personas que deciden escapar de una ciudad infectada por un extraño virus que afecta, principalmente, el agua.