septiembre 24, 2010

La semilla del vampiro | Cap. 8

CAPÍTULO OCHO
LA SEMILLA DEL VAMPIRO
En el siguiente piso la puerta estaba bloqueada. Todos siguieron corriendo hasta encontrarse de frente con una reja. Hasta aquí llegó el tren. La reja estaba cerrada con gruesas cadenas, enlazadas con enormes candados. Rafael empezó a forzarlos, pero era imposible, jamás quitarían esas cadenas con sus manos. Detrás de ellos las voces espectrales se escuchaban cada vez más cerca.
     Carlos fue el primero en aparecer delante de ellos, seguido de Juan, quien los miraba queriéndolos masacrar a todos en un abrir y cerrar de ojos. Juan parecía ser el más sanguinario. Detrás de ellos venían las dos mujeres como centinelas como escoltas de su líder, Carlos.
     —Fin del camino, muchachos —sonrió Carlos—, pero para que vean mi generosidad tendrán una segunda oportunidad. —Carlos miró a Juan de forma maliciosa—. Juan Pablo, abre la puerta.
     Juan quedó sorprendido. Eran sus presas y ahora, justo ahora que eran suyos, insistía en darles una segunda oportunidad. La generosidad parecía ser otro de los principios básicos de estos vampiros, aparte de la lealtad.
     —Abre la puerta, iremos hasta la azotea del edificio —dijo.
     Juan, quien creía en ese principio de la lealtad, mas no de la generosidad, accedió a abrir la puerta finalmente. Las cadenas se desplomaron al suelo. Agitó la reja que estaba pegada por el óxido y la humedad. Detrás de la reja una enorme puerta blanca separaba lo que era el resto de las escaleras con una especie de habitación de generadores. Allí dentro era asfixiante, parecía no haber oxigeno por ninguna parte, a pesar de las dos ventanillas que se hallaban arriba de los motores de los elevadores. En la pared derecha había un montón de cajetines con muchos botones. Eran los botones que generaban luz a todo el edificio en sus buenos años de servicio. Ahora estaban cubiertos de polvo y telas de araña. En la esquina superior izquierda había otra caja con varios botones, seguramente el control maestro de los elevadores. También estaban fundidos y atestados de polvo y arena. En las orillas del lugar y por detrás de una escalera larga y oxidada había unos pequeños montículos de arena y polvo como se hallaban en el estacionamiento y todo el resto del edificio. Paola pensaba mientras observaba todo el lugar: Que curioso es el polvo, no se sabe por dónde entra, pero es asombroso como puede juntarse en un solo y diminuto espacio como éste. A continuación un empujón la hizo adelantarse al grupo y derrumbar todos sus pensamientos. Su enfado sorprendió a todos, pero se apaciguó de inmediato al ver quien estaba detrás de ella.
—Bianca —gritó sorprendida Paola al tiempo que corría a abrazarla. Gabriel quiso detenerla, pero fue muy tarde, ya los brazos de Paula rodeaban el cuerpo de Bianca.
Bianca encajó sus colmillos en la sedosa y suave piel de Paola. Ésta emitió un débil gemido al tiempo que trataba de zafarse. Ahora Paola era presa de Bianca, sus brazos la rodeaban, sus amigos la veían morir frente a sus ojos, pero era imposible, ahora ambas eran partes de la Legión de Vampiros que se estaba levantando en la ciudad marabina. La Legión empezaría por sembrar su semilla en el edificio Paramount, ubicado en Bella Vista, se desplazaría por los diferentes sectores de la ciudad: 5 de Julio, Santa Rita, Tierra Negra, quizá harían una pequeña estación en el Cementerio El Redondo ubicado dentro de las adyacencias, seguiría desplazándose hasta tomar gran cuerpo al encontrarse entre las inmediaciones de la Circunvalación 1 y se correría hacia los siguientes municipios. Pero Maracaibo era el principio, allí se sembraría la semilla que empezaría a germinar la Legión a paso desmesurado, sin hallar fin.
Bianca le había quitado la vida a Paola; por supuesto, ella, ahora, cuando su sangre estuviera envenenada, se levantaría para quitarles la vida al resto de sus amigos; después de unos días, los muchachos que se hacían llamar «El Grupo» empezarían a llamarse «La Legión». Empezarían con sus familia, luego sus amigos, después los amigos de sus amigos, nadie escaparía de la epidemia vampírica que se estaba gestando en ese momento. La semilla del vampiro estaba renaciendo en las entrañas del edificio Paramount y ahora nadie, absolutamente nadie podría revertir el proceso.
Para cuando Bianca había saciado su sed, Paola cayó desplomada en el suelo. Un estruendoso río de aplausos se escuchó por detrás de los otros tres chicos. Carlos, Juan y las dos chicas reían y aplaudían, mientras que Rafael, Gabriel y Alejandro veían el cuerpo desplomado de su amiga. Bianca, por otro lado, parecía la misma chica angelical, aunque sus labios y dientes estuvieran manchados de sangre.
—Subamos —dijo Carlos al final. Tomó a Gabriel por el hombro y lo obligó a subir las escaleras, rumbo hacia la azotea.
Juan fue el primero en subir por las escaleras y abrir el candado. Plaf. Retiró la puerta que daba acceso a la azotea. Subió unos escalones más y estaba arriba. Seguido de él subían Gabriel, Rafael y Alejandro, escoltados por las dos vampiras. Más atrás venía Carlos y Bianca.
Arriba hacía una fuerte brisa fría. Los demás edificios de la zona se encontraban tan llenos de vida, radiantes en comparación con el Paramount. La azotea parecía un lugar normal, si no fuera por esa sensación de vacío. Estaban a casi cuarenta y cinco metros de altura. Las luces de los automóviles se veían como pequeños faroles en la distancia. La ropa se abultaba con el viento y producía un sonido cadencioso. Por detrás de las dos vampiras caminaba Carlos de un lado a otro, dubitativo, pensando en las palabras con las que empezaría la liturgia maligna para el bautismo vampírico.


Mientras eso sucedía, en la habitación de generadores, Paola se levantaba algo aturdida. No sentía sus piernas, la cabeza le daba vueltas y sentía náuseas. Hizo un esfuerzo por levantarse, pero fue imposible, cayó precipitadamente golpeándose el codo con el piso. Una fina y delgada gota de sangre se resbaló por su antebrazo. Se había hecho daño con el impacto, aunque aquello no era más que un raspón. En su cabeza veía dos siluetas moviéndose de un lado a otro, eran Mónica y Maria Virginia, acompasadas en una sonora risa malévola, señalándola con el dedo índice —se reían de ella—, hasta sentir una zancada en el estómago que la hizo retroceder para vomitar.
     ¿Qué había comido? Nada. Recordó que esa noche y en todo el resto del día la acompañaba un pan con jamón y queso que se había comido a las once de la mañana, y posteriormente, en la oficina de su padre, había conseguido comer algo más: un par de galletas de avena con dos tazas de café negro. Sin embargo, después de ver el vomito pastoso y maloliente que acababa de expulsar de su boca, llegó un pensamiento a su cabeza, las imágenes de Mónica y Maria Virginia ahora se habían fusionado, ahora era Bianca con un atuendo celeste, le hacía entrever el cuerpo semidesnudo, levitando en el aire como un fantasma. De su boca no salían palabras, sino una nube de humo grisáceo. A continuación el humo, o gas que se desprendía de la boca de Bianca, como el aliento del diablo, empezó a hacer efecto. Paola recordó el fuerte olor del piso de cuerpos desmembrados y logró alcanzar un cierto matiz a azufre.
     Su estómago dio una nueva sacudida y volvió a vomitar.
     Era ácido.
     Vaya, nena, estás muy mal —dijo una voz en su interior—. Estás pálida, desnutrida, desgastada… casi fallecida. Quien te viera diría que no eres la misma Paola de rostro de muñequita de porcelana. Ahora tu rostro es tan demacrado como el de una anciana de ochenta años. ¿Qué es eso? ¿Qué es ese fétido olor, eh, nena? Diablos, es la bilis. HAS VOMITA BILIS.. ¿No sientes el ácido en tu garganta? Bueno, no te preocupes, con el tiempo te acostumbrarás.
     Deseaba silenciar la voz que se había desatado en su mente, pero le resultaba difícil. La voz inquisidora rasgaba cada parte de sus células, sus membranas, su cerebro. Eran fuertes rasguños…
     Volvió a vomitar.
     Segundo strike —continuo la voz—. Si vuelves a vomitar no será la bilis, cariño. Podría salir otra cosa. Sí, estoy seguro de eso. ¡Mírate! Ojala tuvieses un jodido espejo para que vieras tu rostro…
     Paola empezó de nuevo a levantarse con gran esfuerzo. Su rostro, deshilachado, con grandes ojeras en forma de moretones, sus mejillas pálidas, los labios cuarteados, anémicos y resecos, daba la imagen de un muerto viviente.
     …pareces una difunta, cariño. Ah, pero qué pasa, ¿no lo sabes? Vamos, mi amor, estás muerta, ¿qué esperabas?
     Aquel pensamiento no la hizo retroceder y vomitar; esta vez le avino un fuerte escalofrío y una punzada en el estómago y la cabeza. Un agudo terror se apoderó de ella y la paralizó de golpe. La estancia en la que se encontraba empezó a palidecer y parecía perder el sentido completamente. La imagen de Bianca se difuminó y empezó a debatirse en una cruel batalla entre lo que era el bien y el mal.
     Un cielo resplandeciente estalló por encima de su cabeza; se encontraba justo en un parque, con varios árboles gigantescos y banquillos de madera. Sobre un cobertizo de madera, lejos, casi inalcanzable, se divisaba algo. No podía moverse, sus piernas eran de plomo macizo, sentía sus pies como atravesando un pozo lleno de cemento. Era imposible llegar así, pensó Paola. No era real todo aquello, pero por algo se empezaba. La luz que resplandecía sobre ella empezó a fundirse en un montón de sombras y una voz articulada, sombría y de ultratumba empezó a resonar por detrás de ella. Una sombra se aproximaba a pasos rápidos, estaba lejos de ella… muy lejos, pero la alcanzaría, de eso no le quedaba la menor duda.
     «Tal vez si corro pueda salvarme —dijo Paola—. Aquello no podrá alcanzarme si corro muy duro.»
     Empezaría a correr, pero sus pies seguían adheridos al suelo.
     Corría, pero sin avanzar.
     Una luz le sesgó la cara y varias imágenes se dispararon en su cabeza: un montón de imágenes incoherentes. Dos niñas de seis años jugando en unos columpios, una casa blanca en el fondo, una de las niñas observa de pronto hacia atrás y algo la golpea. La niña, una rubia de cabello castaño claro y lacio, cae bañada en sangre sobre el césped. La otra niña, su hermana gemela, se contrae en un espasmo de terror y corre sin detenerse. Algo le sujeta las piernas y cae de lleno sobre una roca, abriéndose la cabeza y manando un montón de sangre de la herida. El fin de las gemelas, el fin de la imagen. Otra cortina de humo se desbocó desde su memoria perdida, y empezó a zigzaguear: un hombre postrado debajo de un farol de luz, casi exhausto, intenta levantarse del suelo. Uno, dos, tres… nada. Uno, dos, tres… pobre hombre. A continuación un hombre con gabardina oscura levanta al hombre y se lo lleva.
     Las imágenes empiezan a antojarse, como si de un sueño se tratara, y terminó por apagarse y desembocarlo todo en un silente y oscuro agujero del tiempo.

7 escritos rotos:

... dijo...

Que bueno lo que leí recién de que vamos a poder leerlo en formato PDF!!!
Me sorprendió lo detallista que es Paola, y si, tiene razón... el polvo se junta en los lugares más pequeños, o quizá por el hecho de ser pequeños hace que notemos más la presencia de polvo acumulado.
Ayyyy ojalá Paola haga lo que pienso que va a hacer cuando se levante como la nueva vampiresa que es! u.u

Me alegra que Miel te guste! Amo las muñecas de colección y mis dos "nenas" son de lo más mimadas.

Esperare por el 9º capitulo!

Un beso enorme

Ricardo Miñana dijo...

Interesante y buena imaginacion en tus relatos Ricardo,
siempre un placer pasar a leerte.

Feliz fin de semana.
un abrazo.

marly dijo...

D: pobre paola quedara con un serio trauma el resto de su vida aun que vida ya no tiene xdd sabes ayer me e dado cuenta que has subido el siguiente capitulo asi que espere hasta quedar tranquila y solita para leerte B me encanta la historia!!
besos!

... dijo...

Gracias, gracias, gracias!
Tienes mucha razón, eso de "saber lo que quiero" no tiene nada que ver con la edad, es cuestión de auto-descubrirse a nuestro modo y en nuestros tiempos.

De verdad muchas gracias por cada uno de tus comentarios!

Un beso enorme!!!

Josefina dijo...

AY ME RE EMOCIONE CON LA HISTORIA. PERDON POR NO PODER COMENTARTE ANTES, ESTUVE OCUPADA ESTOS DIAS JAJA! ME ENCANTA LA HISTORIA SE PUSO MUY BUENA, UN BESOTE.

Maria Fuertes dijo...

Genial.
Un saludo

Unknown dijo...

esperando el proximo capitulo con ansias. hay pobre paula y bianaca!! ese carlos no me callo bien desde el inicio jum!.
besos, pronto paso por aqui.

 
 

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