Sábanas deshechas, formando tantas arrugas como huellas en la arena, sacudidas, después de la tempestad. Almohadas que conservan el aroma encarnizado de tus cabellos y el perfume embriagador de tu cuerpo.
Desnudo tu rostro. Una ventana que saluda al amanecer, el disco luminoso sobre los cristales, y aún sigo despierto, añorando tu ausencia después de la guerra. Una vuelta sobre la cama ayudará a dormir el sentimiento de pena y la angustia de tenerte lejos.
Subrayo la historia del día anterior: una saeta que cruza los umbrales de la oscuridad, una mirada resplandeciente cuando tus ojos miran extasiados hacia el horizonte y se encuentran con los míos. Dos cuerpos desboronándose sobre edredones de algodón y nubes de carmesí. Las ventanas esperando con ansia la lluvia, los rayos inclementes desnudando las nubes grisáceas, y la tierra esperando el llanto del cielo.
Mientras tanto, buscando refugio en tus abrazos, descifrando tu mirar en las ventanas de tu alma, desafiando la tempestad de la pasión, descanso sobre el regazo de tus alas, enfundadas en caricias, me desplomo como ave sin nido, en búsqueda de tregua… o pasar la página, después de un cigarrillo y volver a la guerra.